La amenaza de los plásticos al ambiente no es nada nuevo y, sin embargo, sigue creciendo. Todos los años aproximadamente 11 millones de toneladas de plástico son desechadas a los océanos y una mayor cantidad a las superficies terrestres; estos últimos se van deshaciendo y convirtiéndose en microplásticos , y alrededor de 53 trillones de partículas de estos flotan libremente en océanos y acuíferos, dañando los ecosistemas.
El humano promedio ingiere un estimado de 883 partículas de microplásticos al día. Un daño irreversible.

Recientemente se inventó una alternativa llamada bioplásticos, que busca imitar el material original pero sin producir tanto daño. Son plásticos hechos de material renovable, generalmente plantas, microorganismos, o desechos como reemplazo del petróleo o combustible fósil. No obstante, la industria de los bioplásticos es muy joven, recién en 2019, la producción de estos representó solo el 1%.
El proceso para producirlos se basa en conseguir polímeros naturales a partir de biomasa, que esta puede incluir maíz, caña de azúcar, aceites vegetales y otras fuentes alimenticias llamadas biomasa de primera generación, y así producir productos plásticos. El problema es que esta biomasa también puede comprometer la seguridad alimentaria, ya que se usa para producir alimentos y la falta de los mismos engloba otra crisis. Emplear una sustancia como por ejemplo, el maíz, para la fabricación de plástico en lugar de como alimento es el foco de un debate sobre cómo deberían distribuirse los residuos en un mundo donde aumenta la escasez alimentaria.
Para bajar esta controversia y poder seguir produciendo bioplásticos, existe entonces la biomasa de segunda generación: que incluye desechos de la industria agricultora, de la forestación y desechos orgánicos no comestibles. Y la biomasa de tercera generación que incluye algas, cianobacterias y microalgas que pueden ser cultivadas en aguas no potables y así no comprometer otros ambientes.
Los polímeros se pueden conseguir también de plásticos reciclados y reusados.
Si se logra eliminar el uso de petróleo para producción de plásticos, las emisiones de gases de efecto invernadero podrían reducirse drásticamente. Los plásticos hechos de combustible fósil representan 3,4% de las emisiones anuales.
A diferencia de los plásticos fósiles, los bioplásticos pueden formar parte mucho más fácilmente de una economía circular, ya que las fuentes derivadas de los desechos son neutras en carbono, lo que otorga a los bioplásticos de segunda generación el «impacto general más bajo sobre el calentamiento global».
De todas maneras, dependiendo de la estructura molecular de los bioplásticos, estos pueden llegar a no ser biodegradables y las reducciones de los gases de efecto invernadero sólo serían efectivas si no provendrían de la biomasa de primera generación. Lógicamente esto confunde a los consumidores haciéndolos cuestionar que tan “bio” son estos bioplásticos.
Según un estudio de 2011 de la universidad de Pittsburgh el compostaje industrial es necesario para calentar el bioplástico a una temperatura lo bastante alta que permita que los microbios lo descompongan. Sin ese calor intenso, los bioplásticos no se degradan por sí solos en un plazo significativo, ya sea en vertederos o en un montón de compost doméstico. Si acaban en ecosistemas marinos, funcionarán de manera similar a los plásticos fabricados con petróleo, descomponiéndose en fragmentos microscópicos, durante décadas y planteando un peligro para la vida marina.
Entonces ¿deberíamos usarlos? Los bioplásticos pueden ser parte de una economía circular de carbono negativo y ayudar a limpiar lo que se ha convertido en una de nuestras peores pesadillas ambientales.
pero para ello, es necesario que los gobiernos se comprometan a una serie de pasos:
- Estandarizar los sistemas de etiquetado de productos para identificar automáticamente los bioplásticos biodegradables y evitar el etiquetado engañoso de plásticos de origen fósil como «bioplásticos».
- Aumentar la disponibilidad de instalaciones de compostaje industrial.
- Cambiar la producción de plásticos no biodegradables a biodegradables.
- Implementar protecciones regulatorias para asegurarse de que las materias primas bioplásticas no comprometan la seguridad alimentaria.
En definitiva hay un largo camino por recorrer y se deberá seguir innovando y estudiando el uso de los bioplásticos, pero que la alternativa ya esté puesta sobre la mesa compromete a un futuro mejor.