Por Bautista Diaz
El 3 de febrero de este año, un tren de carga de la empresa estadounidense Norfolk Southern que transportaba materiales tóxicos descarriló en el pueblo de East Palestine, Ohio, causando un inmenso incendio que duró un día entero y contaminó cielo y tierra, obligando a los ciudadanos a evacuar la región.
Al día siguiente, la EPA (Agencia de Protección Ambiental) intervino en la zona y se encargó de monitorear el aire en busca de compuestos orgánicos volátiles (COV). incluyendo cloruro de vinilo, la sustancia más perjudicial para la salud, que se encontraba dentro de la carga del tren. También construyeron represas provisorias para detener el flujo del agua contaminada.
Más tarde, la misma agencia declaró que «no se ha detectado ningún contaminante que genere preocupación«.
Cinco días después del accidente, el gobierno levantó la restricción de la zona y los residentes volvieron a sus hogares. Lo curioso es que, a pesar de los comunicados de las autoridades y los medios sobre la seguridad del lugar, la gente comenzó a padecer mareos, dolores de cabeza y otros síntomas sospechosos. «No puedes pasar mucho tiempo aquí sin sentirte pésimo», dijo uno de los habitantes. Muchos abandonaron de nuevo el pueblo por temor a consecuencias aún peores.

Los testigos de la zona aseguraron que la información que obtuvieron sobre el desastre era escasa y nada útil.
Evan Lambert, un periodista trabajando para la cadena de televisión estadounidense NewsNation, fue empujado al suelo y arrestado por la policía local, según muestra un video filmado por el mismo canal.
También se reportaron miles de animales enfermos y muertos. Sufren de tos fuerte, ojos llorosos, caras hinchadas y falta de apetito. «El humo y los productos químicos del tren es lo único que puede causarlo porque no sucede de la nada», explicó un granjero de la zona.
La limitada cobertura mediática, periodistas arrestados, personas extrañamente enfermas y la ridícula cifra de 43.000 animales muertos (la amplia mayoría son especies acuáticas) son razones que captaron la atención del resto del mundo y desataron polémicas dentro de los sectoresn de activistas ambientales.
En la situación en la que se encuentra el planeta hoy en día, no hay margen de error para las autoridades a la hora de lidiar con situaciones de esta índole. Es completamente repudiable el manejo del gobierno estadounidense y las organizaciones involucradas en el catastrófico hecho, sobre todo cuando la vida de las personas está en juego.